José Ángel Docobo: «Todo lo relacionado con el Obradoiro es heroico, desde los inicios hasta hoy»

ANDAR MIUDIÑO

SANDRA ALONSO

El presidente de honor del club apela a la unidad en busca de una permanencia «difícil, pero no imposible»

30 abr 2024 . Actualizado a las 21:39 h.

El Obradoiro se juega la continuidad en la ACB en doce días y tres partidos. Está escribiendo un capítulo más de su agitada historia. Por eso nunca está de más recordar pasajes de esa historia, aunque puedan parecer manidos, para poner en valor la realidad del club. Y para hacer esa inmersión, pocas voces como la de José Ángel Docobo. Menos jugador y entrenador, ha hecho de todo en la entidad, de la que es presidente de honor y patrono de la Fundación. Ahora ve los partidos desde su localidad, como un accionista y abonado más.

—Empiezo por el 30 de septiembre de 1992. Ese día no sospechaba que, junto con José Ramón Mato, acabarían evitando que el Obradoiro entrase en la morgue.

—Así fue. Se veía venir que las cosas estaban mal y el enfermo tenía los días contados. Aquel día, mi hermano Ricardo, que siempre estuvo muy ligado al baloncesto, comentó en casa que el Obradoiro seguramente iba a desaparecer, que había una asamblea a última hora y lo tenía muy complicado. Le comenté que algo habría que hacer, pero como cualquier aficionado que no podía creer que eso pudiese pasar. No tenía pensado nada.

—¿Entonces era socio sin más, sin haber participado en ninguna gestión del club?

—Efectivamente. Recuerdo partidos en el Gimnasio Universitario. Del 73 al 81 estuve en Zaragoza. Pero seguía pendiente del equipo y lo vi jugar allí, en la época de Quino Salvo. Volví en el 81 y me hice socio.

—Volvamos a la noche de autos, aquel 30 de septiembre.

—Nunca mejor dicho lo de la noche de autos. La reunión era en la antigua sede de la Federación Gallega y allí coincidimos una serie de aficionados. O ese día se inscribía un equipo en cualquier categoría, o deportivamente desaparecía. Y todo apuntaba a que detrás iría la desaparición como entidad jurídica. Me parecía increíble, con dos contenciosos pendientes, por la no admisión en Primera B y lo de Esteban Pérez. También había algo con Mallorca. Para mí lo de Esteban Pérez estaba clarísimo. Si hay una persona que falsifica un documento público y hay un club que lo encubre... Si había justicia, al Obradoiro tenían que darle la razón. La duda era si nosotros seríamos capaces de aguantar aquel proceso. No era David contra Goliat. Eran unas hormigas contra unos dinosaurios. De forma espontánea, Mato y yo decidimos constituirnos en gestora y tirar para delante. Todos pensamos que se tenía que solucionar en dos o tres años y acabó siendo una vorágine de 18.

—Fue un acto de fe y mucho más.

—Estuvimos muy solos, salvo un puñado de socios que nos ayudaron y algunos patrocinadores. Sin ellos, hubiese sido imposible. Sin ningún tipo de apoyo, y menos institucional, llegamos a ascender a la EBA. Era un logro. Movíamos un presupuesto de unos 40.000 euros, y había que sostenerlo.

—Conviene no olvidar lo que era el Obradoiro en aquel momento.

—Es que empezamos con un equipo juvenil y fuimos subiendo, desde zonal. En Primera Nacional llegamos a jugar contra el Basket Coruña, el que está a punto de ascender a la ACB en unos días. El esfuerzo para subsistir fue enorme. Hay gente que piensa que todo fue muy sencillo, que nos dieron la razón y empezamos en la ACB. Pero fue algo tremendo. Es un poco el sino del Obradoiro, y así lo dije en la última asamblea de accionistas. Todo lo relacionado con el Obradoiro es heroico, desde los inicios hasta hoy. No solo en nuestra época. También antes y después.

—Y añadiría que con importantes dosis de desafío a la lógica.

—Fíjese, recuerdo cuando me hice socio en el año 81 y ascendimos. Para mí fue rarísimo ver que el equipo asciende y el número de socios baja. En el segundo partido se nos lesionó el americano en un partido contra el Joventut. Recuerdo también una asamblea, en aquellos años, a la que solo fuimos cinco socios y el presidente, Carlos Calvo, comentó que cualquier día el Obradoiro desaparecería porque aquello era insostenible. No había apoyo económico suficiente en la ciudad. Pero siempre hubo un gran ambiente baloncestístico.

—Calvo casi acierta.

—Mucha gente cree que lo que le pasó al Obra, que por decirlo de alguna manera casi desapareció, fue por el caso Esteban Pérez. Y no. El problema fue el descenso con un agujero negro en su economía.

—¿En esos años de dura travesía tuvo dudas en algún momento?

—Nunca. Hubo muchos momentos complicados. En el 2003 fue la primera sentencia favorable, pero con el canon. Tuvimos que reclamar otra vez, porque no había canon en el 92. De nuevo nos dieron la razón, en noviembre del 2007 y lo que acordamos era dejar la entrada para el 2009.

—Por fin empezaban a cambiar las cosas.

—Junio del 2009 fue de locos. Hubo que negociar un aplazamiento de la deuda histórica con exjugadores y exempleados del club. Raúl López fue clave para salir adelante, porque en Santiago no había nadie que se moviera. Y, para mí, es una pieza fundamental en este engranaje.

—Ahora ve día a día del club desde su asiento de abonado. ¿Cómo tiene el cuerpo ante estos tres partidos que se avecinan?

—Lo veo difícil, como todo el mundo, pero no imposible. Quedan tres partidos y hay que jugarlos. Creo que esta temporada ha habido muy mala suerte.

—¿Qué sensaciones lo envuelven?

—Esto es deporte. A veces, llevamos las cosas a unos escenarios... Puedes ganar, puedes perder. Dios quiera que el Obra siga en la ACB. Pero si eso no sucediera, no hay que rasgarse las vestiduras. Ahora lo que toca es estar al lado del equipo, de los jugadores y del entrenador, e intentar ganar este sábado.

«Noté que se empezaban a formar grupos dentro del club, y eso fue muy negativo»

Docobo fue el primer presidente del Obra en la ACB. De nuevo ante otra singladura complicada.

—¿Cómo recuerda aquel año?

—Hubo que montar todo rápidamente mientras otros equipos estaban ya empezando a entrenar. Se le ofreció a varias personas el puesto de director general. La gente tenía miedo a los desconocido. Íbamos justísimos de dinero. Lo bueno fue que cuando sacamos los abonos al público, la respuesta fue fantástica. La gente aceptó la propuesta del Obradoiro sin saber qué le íbamos a dar.

—Y, por fin, la ACB en Sar.

—Ese año tuvimos catorce lesionados, que se dice pronto. En diciembre enero estábamos muy bien, con Stanic, Vasileiadis, Bulfoni, Hettsheimer, Jackson. Primero se lesionó Hettsheimer, se fue Jackson, se lesionó Vasileiadis, también Stanic.... Hicimos el esfuerzo de traer a Massey, que era el que nos había pedido el entrenador, y a los pocos días lo quiere apartar. Piensas que es imposible tanto contratiempo.

—¿Notó la soledad del dirigente?

—No es que notara la soledad. Si noté que se empezaban a formar grupos dentro del club y eso fue muy negativo. ¿Usted imagina que en estos últimos años Mateo (director general del club durante diez años) fuese desleal ante Raúl López? Se estaba montando una estructura independiente de la directiva. Y todo eso coincidió con una ristra de lesiones.